“Para cada acción, siempre hay una reacción igual”. Isaac Newton

Mis padres se divorciaron cuando yo tenía ocho años. Mi madre y yo nos mudamos a la casa de mis abuelos maternos. Eso representó para mí una completa catástrofe. Todo era nuevo para mí. Tenía que comenzar en Cero.

Mi abuelo, el capitán del ejército don Ignacio Crecencio Corzo Álvarez de la Masa, era un militar retirado que había luchado en la Guerra de Independencia de 1898 en Cuba. Un hombre gentil, alto y tranquilo. Lo amaba mucho. Recuerdo que a veces sus ojos vagaban hacia el pasado. Tal vez recordaba la desolación y la muerte de las batallas.

Cuando nos mudamos, me orientó poco a poco. Tenía mucho tacto. Esperaba a que volviera de la escuela, sentado en el porche en su mecedora todos los días. Siempre me hacía dos preguntas. ¿Cómo te fue hoy? ¿Qué aprendiste hoy?

Un día, cuando me hizo las mismas preguntas, le dije que estaba furioso con uno de mis compañeros de clase. Al final de la clase, nos involucramos en una discusión, y sentí ganas de darle un puñetazo en la boca. Dije mañana, lo voy a hacer pedazos. ¿Quién es? Me preguntó. Le dije, Fernando. Luego me preguntó si Fernando había estado involucrado en un accidente. ¿Está enfermo? Le respondí que no.

Me dijo. Bueno, nieto, se va a defender. Entiendo que a veces debes protegerte, pero siempre cuenta con los otros chicos que responderán en consecuencia. Estate preparado. La violencia siempre trae más violencia. Trata de evitarlo. Pero si no puedes, alerta siempre alerta.

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